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Jack Ma vs el mito del líder abusivo

En uno de mis primeros trabajos, estuve en el área de selección de una reconocida multinacional. Como un buen recién graduado sin experiencia, mi entendimiento del funcionamiento interno de las organizaciones era básicamente inexistente. Sin embargo, me sentí afortunado de entrar a una compañía consolidada con sedes en todo el mundo y con una cultura organizacional que se veía altamente inclusiva y moderna (Las oficinas estaban cubiertas con mensajes positivos reforzando el respaldo incondicional y desarrollo continuo que podíamos esperar por parte de nuestro empleador). Acortando la historia, les puedo decir que no duré mucho, renuncié unos meses después. Me dí cuenta que, independientemente de lo que dijeran los brochures, el material POP y las campañas de promoción de cultura organizacional, el estilo de liderazgo era basado en el tormento psicológico, explotación laboral y la no retroalimentación.

Esto es especialmente traumático para un recién graduado que depende de la retroalimentación para poder aprender y sentir compromiso con las labores asignadas. Además sentía un remordimiento enorme cada vez que seleccionaba a una persona nueva que probablemente estaba muy bien en su antiguo trabajo pero que yo convencí de renunciar y venir a trabajar a ese sitio. Ahora bien, eso no quiere decir que no haya gente que tenga éxito en ambientes así, de hecho tengo muchos conocidos y amigos que se quedaron allá y ahora tienen importantes cargos dentro de la organización. Sin embargo, al menos desde mi experiencia, lo que aprendí es que esa no era mi clase de cultura (y lastimosamente, tampoco la de muchas personas que contraté). Otra cosa que aprendí es que la compañía termina siendo el reflejo del líder que está a su cabeza. Por ejemplo, en esta, el presidente era una persona arrogante y abusiva que no veía ningún problema en gritar, ofender, insultar y usar vulgaridades semanalmente a la hora de tener reuniones con sus subalternos, lo cual contrastaba con la imagen de ejecutivo pulcro y de clase alta que él mismo cultivaba (se negaba a contratar personas a cargos de dirección o gerencia, mucho menos vicepresidencia, si no venían de una universidad privada que él aprobara). Y no era algo que sucediera eventualmente, era algo que hacía parte de su día a día, era su estilo, la forma como el veía viable liderar. Durante los años siguientes a esa experiencia, me he dedicado a estudiar y leer acerca de los atributos que diferencian a un buen líder empresarial de uno malo y me dí cuenta de algo revolucionario: Para ser un buen líder, no es necesario ser una mala persona con lenguaje soez.   A pesar de la cantidad de libros por reconocidos autores como Daniel Goleman, Dale Carnegie y Jim Collins, que han asociado el liderazgo efectivo con la inteligencia emocional y la inspiración de los equipos, nuestra sociedad no sólo tolera esa clase de líderes déspotas sino que también los admira en muchas instancias. ¿De donde viene esta admiración a nivel empresarial? ¿No somos trabajadores más comprometidos con una misión cuando somos motivados e inspirados por un liderazgo humano?¿No nos sentimos menos motivados cuando se nos dan instrucciones y/ retroalimentaciones por medio de gritos o insultos (tanto pasivos como agresivos) provenientes de un hombre o una mujer adulta con bajo coeficiente de inteligencia emocional?

Al menos en el contexto moderno podríamos asociarlo con el hecho que hemos idealizado la imagen del líder visionario de la estirpe de Silicon Valley: un líder cuyo ingenio, resiliencia y energía los hace inmunes a las dificultades y, en últimas demuestra que mientras que todos lo ponían en duda, él estaba innovando y cambiando la vida como la conocemos. Esto es especialmente cierto en el mundo el mundo de la revolución tecnológica que inició en los años 60s y parece ir cada año más y más rápido. Esto ha conllevado a una idealización tan fuerte de los startups que ni siquiera el estallido de la burbuja de las compañías “puntocom” (con las fortunas que se perdieron con esas falsas promesas de compañías que querían ser el próximo unicornio tecnológico) pudo mermarla de forma trascendental. De hecho, cuando vemos listas de los empresarios más admirados siempre encontraremos los nombres de los pioneros tecnológicos y campeones de Silicon Valley, tales como Bill Gates, Larry Ellison, Steve Jobs, Elon Musk y Jeff Bezos. Son figuras que se han vuelto tan intocables, intangibles e idealizadas por parte de jóvenes con sueños de seguir sus pasos (incluyéndome) que incluso cuando su estilo de liderazgo es desenmascarado como agresivo, impulsivo, hiriente e incluso injusto, esto solo se vuelve como una parte más de la mística de estos líderes. Su visión es demasiado importante como para exigirles que se preocupen por temas como “liderazgo transformacional”, “retroalimentaciones positivas” o “trato humano”. Steve Jobs creó la sinergia perfecta entre el diseño y la tecnología, no importa si llamaba a sus empleados “imbéciles” o descartaba proyectos nuevos como “mierdas” antes de siquiera escuchar de que se trataban. Jeff Bezos revolucionó el mercado digital, y sus algoritmos conoce nuestros gustos e intereses de forma más exacta que muchos de nuestros amigos cercanos, no importa si sus gritos e insultos sean legendarios en la compañía, y que, para él, el equilibrio de vida/trabajo no exista. Ni hablar de Elon Musk, el Tony Stark de la vida real, con sus inventos probablemente ha creado el automóvil eléctrico perfecto y muy pronto llegaremos a Marte gracias a él, no importa que amé gritar vulgaridades a sus empleados con su encantador acento sudafricano.

Incluso en las firmas de abogados lo vemos también bastante, en las cuales los “doctores” cuando suben a cargos de liderazgo asumen el rol de tiranos del que ellos fueron víctimas cuando eran abogados en sus primeros años de práctica. De hecho, una de las razones por las cuales se aguantan esos primeros años de tortura es porque eventualmente “se van a poder desquitar” con las siguientes generaciones. Apesar de todo esto, compañías reconocidas como P&G, Johnson o 3M han demostrado que pueden un alto nivel de exigencia y obtenerse resultados efectivos sin necesariamente abusar o deshumanizar a los empleados. Ahora, es importante aclarar que ninguna compañía es perfecta, y así sea en menor medida, es seguro que incluso en esos “grandes empleadores” también van a haber déspotas en cargos de liderazgo. Sin embargo, no es la norma, o tratan de que no lo sea al ofrecer programas de desarrollo de habilidades de liderazgo basados en la psicología positiva, así como una cultura basada en la inspiración, así como la creencia y vivencia de la misión y valores base de la compañía por parte de todos sus empleados. De hecho, como se ha discutido en otros artículos, Jim Collins en los estudios que hizo de grandes compañías visionarias y duraderas encontró que ese era el mayor diferencial con aquellas que no lo eran: promovían una creencia real por parte de los empleados en los valores y la misión de la compañía, y esto se logra por inspiración y motivación sicnera, más no por imposición.

Algo positivo que se ha dado en los últimos años, es que junto a esos grandes líderes, hemos visto crecer en riqueza e influencia a un intruso entre esos impulsivos visionarios: Jack Ma. Él es el perfecto ejemplo de un titan de la nueva era tecnológica, un visionario que se dijo a sí mismo: no tengo que ser un desgraciado para cambiar el mundo y tener éxito. En general Ma es una persona bastante particular. De acuerdo a la descripción ofrecida por la famosa y completa biografía de Duncan Clark la impresión que se nos da es de un ambicioso pero amable antiguo profesor de inglés, que decidió reinventarse como un innovador. Es un declarado fanático de las novelas mitológicas de artes marciales chinas y admira con total honestidad a su personaje favorito de ficción: Forrest Gump. Simplemente siempre tuvo el sueño de construir algo importante. Sin tener muchos conocimientos en tecnología, decidió que esa industria representaba el mejor camino para emprender un proyecto que de verdad dejara una huella en este nuevo mundo. La particularidad de él, es que nunca olvidó la mayor razón por la que fue capaz de crear Alibaba a pesar de su ignorancia en el ámbito tecnológico, y volverse uno de los hombre más ricos del mundo: con la ayuda de las otras personas que probablemente sabían más que él. Esa es la importancia de la inteligencia emocional, es darnos cuenta que por muy buenas que sean nuestras ideas, necesitamos equipos de gente igual o aún más capaz que nosotros para llevarlas a cabo y tenemos la opción de hacerlo por medio del abuso o la inspiración. Depende de qué clase de líder aspiras ser. Aunque no podemos discutir con los resultados obtenidos por personas como Bezos o Jobs, la sola existencia de Jack Ma, nos demuestra que se puede tener una gran disciplina y un gran enfoque a los resultados sin perder su humanidad. Y si, tiene que tomar decisiones duras y ha actuado de forma determinante cuando ha sido necesario, y la disciplina es una de las grandes características del ambiente de Alibaba. Sin embargo, la misma filosofía de la compañía refleja que para él, lo más importante debe ser siempre a cuidar el bienestar de las personas (Primero a los clientes, segundo a los empleados). De hecho, el año pasado cuando tomó la decisión de retirarse de la compañía que él construyó, en vez de tomar una postura Jobsiana de “Yo soy Alibaba y ustedes son sólo la mano de obra”, lo hizo con el claro mensaje que los logros de la organización eran gracias al enorme equipo que ha tenido la paciencia  y la dedicación de trabajar con él para construirla, por lo tanto lo correcto es dejarla en las manos de ellos.

Todos hemos tenido diferentes clases de jefes, y todos tienen tanto aspectos para mejorar como grandes fortalezas. Sin embargo, parafraseando una frase muy trillada, siento que en un mundo lleno de Musks, Bezos y Gates, deberíamos aspirar a ser un Jack Ma. Mejorando nuestra inteligencia emocional claramente no dejaremos de ser humanos, y probablemente tendremos días en los que perdamos la paciencia, y eso es normal. Sin embargo no podemos usar eso como excusa para deshumanizar nuestros equipos. Un buen líder es aquel que no sólo exige mejora continua sino que también trabaja para mejorar continuamente sus falencias; el mal temperamento y la irritabilidad no pueden ser la excepción.

Gustavo Herrrera 
Coor. de Procesos Administrativos